Conocida históricamente como neurosis depresiva, depresión exógena, trastorno depresivo persistente o trastorno distímico, la distimia es un trastorno del estado de ánimo crónico que posee características similares a las del trastorno depresivo mayor, aunque mucho menos severas.
De hecho, son muchas las diferencias con la llamada depresión melancólica o depresión mayor. Así, mientras estas guardan un origen en esencia biológico, la distimia se encuentra estrechamente vinculada al pasado de la persona y a la manera en que ha conseguido procesar sus experiencias vividas.
Trastorno depresivo persistente
Se calcula que la distimia afecta aproximadamente al 5% de la población mundial y que tiene una mayor incidencia entre las mujeres adultas menores de 64 años.
Este trastorno afectivo crónico persiste al menos dos años en personas en edad adulta y un año en adolescentes y niños. Se clasifica en dos subtipos: la denominada distimia de inicio temprano, que se presenta antes de los 21 años de edad y la distimia de inicio tardío, que se manifiesta después de los 21 años.
Es usual encontrar en el historial clínico del paciente que padece de distimia experiencias negativas vividas durante su infancia, como pérdidas emocionales por la separación o muerte de sus padres, la percepción de falta de afecto por una relación carente de empatía, una crianza llena de exigencias por parte de sus progenitores o una educación basada en la violencia o la indiferencia, entre otras situaciones adversas.
Este tipo de situaciones extremas generan un alto nivel de inseguridad, soledad e impotencia en el menor y son factores que pueden generar el avance de un cuadro de distimia relacionado a la forma en que ha percibido y procesado sus experiencias previas.
El paciente con distimia considera que la sensación de tristeza es normal, no pudiendo imaginar una vida distinta. Además, siempre es percibido por su entorno como si fuese su estado natural. Su estado de ánimo siempre ha estado en un nivel bajo desde la etapa adolescente y se termina acostumbrando a vivir de esa manera.
Alcanzada la edad adulta, el paciente distímico empieza a reflexionar y a pensar que algo no está bien en su vida. Poco a poco, va comprobando que a lo largo del tiempo se ha privado de buenos momentos y que ha vivido alejado de las relaciones de amistad, vacío y solo.
Es en ese momento en el que va en busca de un médico especialista y se determina el diagnóstico de la distimia. En ciertos casos, quien padece de este trastorno nunca llega a identificar el problema y no logra recibir ayuda a lo largo de su vida.
Síntomas de la distimia
En la distimia, se presenta un estado de ánimo triste crónico, con intensidad variable a través del tiempo. Además, el paciente demuestra una falta de interés en sus actividades diarias, cansancio, debilidad y falta de energía, sensación de tristeza extrema o sensación de vacío, desesperanza, cuadros de depresión, baja autoestima y exceso de autocrítica o intolerancia sobre sí mismo.
Quien sufre de distimia manifiesta dificultades para el análisis, la concentración y la toma de decisiones. El individuo se muestra irritable o víctima de un enojo excesivo, se disminuye su nivel de eficacia y productividad y termina por aislarse de la sociedad.
Los sentimientos de culpa y las preocupaciones por el pasado agobian a quien padece este trastorno. Ello, les genera dificultades para conciliar el sueño y alteraciones en su régimen alimenticio, ya sea con pérdida de apetito o con un aumento del mismo.
Otros signos relacionados a la distimia pueden incluir:
- Dificultad para disfrutar de las cosas positivas de la vida.
- Problemas para realizar las actividades habituales, les cuestan un gran esfuerzo.
- Disminución del rendimiento intelectual.
Diagnóstico y tratamiento de la distimia
Después de un minucioso examen psiquiátrico y del análisis del historial clínico del paciente, efectuados por un psiquiatra u otro profesional de la salud mental, es posible diagnosticar el trastorno y determinar el tratamiento más adecuado a seguir.
Como ya hemos mencionado, es usual que el diagnóstico de la distimia se confunda con la depresión mayor, generando que el paciente distímico reciba un tratamiento basado en fármacos, con resultados decepcionantes.
La distimia responde de forma parcial a los antidepresivos y su tratamiento debe ir de la mano, en paralelo, con una sesión psicoterapéutica.
Suele darse el caso en el que el médico psiquiatra eleva la dosis o incluye un fármaco complementario, generando efectos secundarios de consideración, sin conseguir mejoras en el paciente. Ante esta situación, el especialista intuye que se trata de un caso de depresión resistente y el paciente pierde la fe en el tratamiento.
Muchas veces, la poca formación en psicoterapia por parte de los psiquiatras los lleva a determinar una cuestión biológica como el origen del cuadro clínico. De ahí el equivocado diagnóstico como depresiones resistentes, que conlleva a un tratamiento basado en el excesivo uso de fármacos.
Es importante entender que el tratamiento de un paciente distímico debe ir acompañado de sesiones de psicoterapia especializada, siendo indispensable un adecuado diagnóstico a fin de determinar el tipo de terapia idónea para cada caso.
Por ello, se considera que el tratamiento más eficaz para la distimia es la combinación de medicamentos antidepresivos inhibidores de la recaptación de serotonina junto con las sesiones de psicoterapia conductual, cognitiva, interpersonal y de grupo.
En caso de no recibir el tratamiento adecuado, la distimia suele evolucionar a un tipo de depresión mayor, denominada depresión doble.
Si tienes algún síntoma que pueda estar relacionado con la distimia, no dudes en buscar ayuda médica especializada. Ponte en contacto con tu médico de confianza y manifiéstale tus dudas; también, puedes acudir directamente a un psiquiatra o a cualquier especialista de salud mental y solicitar una evaluación de tu condición clínica.